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Inicios e impulsos

Escribí en mi antiguo blog el texto que abajo reproduzco tal día como hoy, un 2 de febrero, en 2015. Hace por tanto seis años de eso y uno ya no es el mismo de hace 72 meses, qué duda cabe. El tiempo pasa en el alma y en el cuerpo. Cuántas cosas pueden suceder en 6 años, cómo no, es mucho tiempo (según se mire);  pero qué potentes sucedidos pueden ocurrir asimismo en 6 meses, en 6 días o en 6 minutos. Me ha gustado releerlo y jugar al juego de los parecidos y las diferencias: qué de mí en ese texto, qué ya no hay, qué puedo rescatar, qué retomar o modular nuevamente. Es difícil restablecer el blanco a una página emborronada o alisar el papel que se arrugó. Quizá la clave sea no ver el borrón como tal o la arruga como un problema. “Leerse a uno mismo sin saltarse páginas“. 2 de febrero, día dos de un mes dos.

“Estrenar mes como estrenar año o estrenar cuaderno de blancas páginas y satinado que rezuma olor a nuevo. En ocasiones se necesita un dígito que huela a punto de partida, a tela recién planchada y aún sin arrugar, a suelo abrillantado en este preciso instante y sin mancha que lo vulnere. La noche también es un remedo a veces de la virginidad de una situación que aún no se truncó, malogró o desperdició; su negror y su quietud, a la par que la sensación de que todos duermen y tan solo tú escuchas el silencio, te imbuyen de una calma casi monacal en la que ser bondadoso te parece irremediable, carente de mérito alguno porque es la naturaleza casi quien te lo impone . Buenas intenciones ante el inicio de ese camino que afrontas con las zapatillas limpias y la camisa bienoliente. Dejar de procrastinar, por ejemplo; resolver con más diligencia y alegría ciertos asuntos. Tomarse el tiempo, y el coraje,  para leerse a uno mismo sin saltarse páginas. Ir haciendo, seguir haciendo. En fin, que nada nuevo, pero es día 2 y lunes, y parece más fácil pensar que la camisa aún no tiene cerco que le delate, que el suelo todavía es espejo y está sin mácula y que la noche levanta el vuelo y mantiene el velo aún sin rasgar.”

El cuento de Navidad de Carmen y Vicente

En el año 2014 estaba yo inmerso en mi reto personal de escribir un pequeño texto diario en este blog, textos que agrupé bajó el título de “sucedidos positivos”. Allí relataba vivencias reales de cada una de las jornadas. Tal día como hoy, un 23 de diciembre de ese año, viví y escribí esto. Me ha venido a la memoria al llegar estas extrañas navidades en lo social, navidades no sé si “no normales” (entraríamos en el proceloso debate de definir “normalidad”) pero sí poco habituales, y en las que se escuchan quejas, protestas, descontentos, lamentos por las renuncias a realizar, desconcierto por la pérdida de contacto con la zona de confort, etc… Recuerdo a Carmen y Vicente y me conecta con un sentido íntimo de la navidad, más allá de religiones, de convenciones, de prohibiciones y sus cuestionamientos, de ruido que me aturde. Ahí va:

 

En la gran urbe ríos de gente corren en todas las direcciones respondiendo al rito y liturgia navideños, compras de última hora, despedidas entre amigos tomando la cerveza postrera del año que se va, bullicio y algarabía en calles y plazas. En un lugar extrañamente calmo de esa gran ciudad, un remanso de paz durante hora y media en medio de esa vorágine, se ofrece un concierto y al terminar un grupo de personas se acerca al camerino donde los músicos saludan a quienes se han acercado a saludarles y firman discos a quienes quieren llevarse un recuerdo de lo compartido y vivido durante ese grato espacio de tiempo.

Llega el turno de la firma a un hombre menudo, de mirada dulce y rictus muy expresivo. Cuando el músico le pregunta a quién debe dedicar el disco responde suave pero decididamente: “A Vicente y a Carmen in memoriam”. Ni al músico ni al hombre menudo les pasa desapercibido el aroma especial que estalla en las décimas de segundo posteriores y el hombre menudo, menudo hombre, aclara en seguida: “Vicente soy yo y Carmen es mi mujer,  acaba de morir hace unos días y aún sigue conmigo”.

El músico,  minúsculo ya en ese instante,  sonríe al hombre menudo y dedica y firma el disco con fidelidad absoluta a la petición recibida. Vicente menudo devuelve la sonrisa a minúsculo músico y le dice: “mañana que es nochebuena pondré este disco y será lo que escucharé con ella, ella lo escuchará allá donde esté y le va a encantar, estoy seguro, será la música de nuestra cena, lo he decidido mientras os escuchaba”.

Músico ya transparente abraza a tremendo hombre y se despiden. Afuera la ciudad sigue bullendo. Hace frío, mucho frío ahí afuera. Músico, privilegiado, sonríe a Carmen y a Vicente, allá donde estén pero, a buen seguro, juntos.

Renacer

Escribí mucho y sobre asuntos muy variados en este blog. Lo estoy recuperando, tras un cambio de imagen y diseño de la página que lo acoge (se ven ya por aquí algunos de los contenidos que albergó, otros aún no están y no sé si estarán). Este primera entrada, tras mucho tiempo, es una suerte de prueba técnica, poco más. Aún dudo de la frecuencia con que escribiré y cuales serán los jardines en que me animaré a meterme. Son tiempos complicados, momentos en los que hay demasiado barro en ciertos jardines (en lo social, en primera instancia, y lamentablemente con sus consecuencias en relaciones más cercanas a veces) y mucha necesidad de transitar “con la paz” (como dice mi madre). Así que aquí quedan estás líneas con más dudas que certezas. Sea como fuere, renace el blog. El vértigo de la página en blanco, pero también la ilusión por romper el hielo.

Sucedido positivo del día: 28 diciembre 2014 – Bromas aparte

Al celebrarse hoy el día de los Santos Inocentes, la conmemoración del cristianismo recordando la matanza de niños menores de dos años nacidos en Belén y ordenada por Herodes para eliminar a Jesús de Nazaret, se me ha producido una asociación de ideas en forma de recuerdo reciente: hace pocos días compartí charla con quienes hablaban de un autor y de un libro, Daniel Sueiro y su valiente trabajo titulado “La pena de muerte: ceremonial, historia, procedimientos“.  Publicado en España en 1974 (un año antes de la muerte del dictador Franco) se trata, según leo por ahí, de “una obra estremecedora, plena de detalles y significación política, hoy difícilmente encontrable, sobre la historia del garrote vil en España y sus últimos verdugos, tema que ya se asomó al cine español tardofranquista en “El verdugo”, de Luis García Berlanga, y “Queridísimos verdugos”, de Basilio Martín Patino“.

En España, cabe recordar por otra parte,  tal día como hoy se celebra a base de declararse una “barra libre” de bromas en forma de, si se me permite la definición, pequeños engaños, faenas u equívocos pensados y diseñados con el fin de provocar, finalmente, solaz tanto al que la urde y ejecuta como al que la recibe y padece. Día, por tanto, en el que uno tiene la oportunidad de fotografiarse y de fotografiar a los demás ya que considero que es el ejercicio del humor, en general, y el de la “broma con estrategia”, en particular,  espacio inigualable en el que uno puede demostrar calidad, calidez e inteligencia o todo lo contrario.

Digo todo esto porque uniendo los conceptos de “muerte” y “broma” solemos decir que algunas chanzas nos matan de risa y ante otras, menos agradables y afortunadas y tras recibir la sorpresa supuestamente jocosa, juramos que mataríamos a quien la ha pergeñado (¿quién no ha presenciado o sufrido alguna de dudoso gusto o indudable zafiedad?).

Bromas aparte diría que siempre es pronto para morir (o eso siente uno al menos a día de hoy y en su actual situación) aunque sólo fuese por la cantidad de libros que uno quisiera no dejar sin leer. Lo confieso, no he leído nada de Daniel Sueiro y por eso dejo anotado este sucedido en el día de hoy, este bloc de notas que me recuerda lo bueno que he vivido y lo bueno que está por vivir.

Sucedido positivo del día: 1 mayo 2015 – TrabajARTE

Desde que la UNESCO instituyó, tal y como comentaba ayer, el 30 de abril como “Día Internacional del Jazz” hay un minuto mágico, quizá dos, que me gustan especialmente y no es otro u otros que los instantes que transcurren entre las 23.59 de ese día, estertores del día de la celebración del Jazz, y las 00.01, el inicio y nacimiento del rotundo 1 de mayo, día del trabajo y de los trabajadores. Quizá nadie pensó en hacer las cosas así, con esa premeditación, pero sin pretenderlo han creado una especie de “Round about midnight” de lo más sugerente, al menos en mi humilde opinión.

Ese tránsito entre una celebración en cuyos enunciados suenan grandes palabras relacionadas con el arte y una humanidad que trabaja por entenderse mejor y otra,  en la que los mensajes son más de tocar tierra y tan sólo pedir y exigir lo evidente y lo justo supone una metáfora de algo que me interesa: es posible ser creativo desde lo artístico, comprometido con la construcción y desarrollo de lenguajes no tangibles y sin lógica empírica sin renunciar por ello a hacerlo con los pies en la tierra y hasta en el barro si fuera preciso. Es saludable hacerlo desde un claro compromiso, por tanto y asimismo, del tiempo en que te ha tocado vivir y mirando a la cara a las realidades sociales de tu momento, desfilando y compartiendo con quienes lo tienen peor que tú y en la pacífica barricada, pero barricada al fin y al cabo, que lamentablemente hay que seguir manteniendo levantada para que no nos arrollen.

Los de la cultura solemos pedir que ésta pueda llegar a todos, hasta a las clases más humildes, reivindicamos el derecho a la cultura y es de ley; me instalo en esos dos minutos entre las 23.59 de ayer y las 00.001 de hoy para pedir que la conciencia social también pueda llegar a todos, hasta a los de la cultura, que no se nos olvide ser humildes y solidarios, ser y estar. Feliz día del trabajo. Lo celebararé, precisamente, haciendo jazz, esta misma tarde. Trabajando y creando, creando y trabajando, a partes iguales, tan iguales que no se distingan.

Esta Inés va a sorprender

Empecemos por el final por si tiene prisa: vean esta función.

Es un espectáculo redondo divertido y emocionante.

Cuenta con un reparto sin fisuras, una dirección atrevida y muy inteligente, a lo que se suma un texto que se mueve con soltura y clase entre lo reivindicativo y lo lúdico.

‘Yo la peor del mundo’ juega a viajar entre el siglo XVII y el actual en el peligroso asunto de interpretar el pasado con los ojos y la experiencia de hoy. Pero lo hace solo lo justo.

Prefiere crear un discurso de intemporal con el personaje de Juana Inés de la Cruz una mujer adelantada a su época que traslada a la de hoy pone en primer plano muchas zonas oscuras del alma y el comportamiento.

Todo ellos se muestra con una función divertida que también es un musical con excelentes voces aunque un poco tímido. Le falta un poco para convertirse en una fiesta mayor, aunque con lo que hay ya vamos sobrados de calidad.

Las interpretaciones son muy buenas, con Itxaso Quintana echándose a la espalda una responsabilidad a la que responde siempre con fuerza desparpajo y serenidad.

Sus compañeros la siguen de cerca. Hay que destacar el monologo de Ana Pimienta como virreina, una autentica delicia. Estamos ante una función que lleva el entretenimiento a un estadio superior. Si eliminaran el momento de bajar al patio de butacas, seria de diez. Esta Inés va a sorprender y mucho por los escenarios. Se lo merece de sobra.

Mediterráneo: Serrat en la encrucijada

Traigo noticia de la edición de un nuevo libro. El escritor Luis García Gil ha publicado un trabajo en torno a la canción “Mediterráneo” de Joan Manuel Serrat. Dice el texto promocional de esta nueva publicación: “Este libro reconstruye la gestación de “Mediterráneo”, de Serrat, uno de los grandes álbumes de la historia del pop español, aportando datos desconocidos y toda la información conocida alrededor de la composición y grabación. Incluye la opinión de un buen número de músicos y periodistas“. Pues bien, tengo el honor de ser uno de esos músicos a los que se les ha pedido colaboración a la hora de hablar y glosar tamaña composición y, de manera inevitable y lógicamente, a su celebrado autor. Gracias, Luis, por la preciosa oportunidad.

Con autorización y el beneplácito de García Gil ofrezco aquí reproducido, al pie de estas líneas, lo que he aportado a ese a buen seguro precioso trabajo. El libro está a la venta de manera exclusiva en este enlace: Clic aquí para comprar el libro.

Mis sentimientos, reflexiones y jugueteos en torno a Mediterráneo

En el verano de 1971 yo tenía nueve años y Joan Manuel Serrat veintisiete. Ese agosto el 71, por tanto, nos llevábamos dieciocho años, lo que viene a ser una mayoría de edad. Por esas fechas, parece ser, él estaba empezando a componer las canciones de su cuarto álbum en castellano, el titulado Mediterráneo y yo, imagino, arrastraba como podía mis pantalones cortos por el pueblo en que nació mi padre, Araia, en Álava, lugar en que todos los veranos pasábamos un mes en familia. Ese disco de Serrat tuvo una repercusión inusitada en el panorama de la música nacional, y mis pantalones cortos corriendo por Araia la tuvieron, crucial, en mi vida personal.

Asocio la escucha de esa espectacular colección de canciones con mis estancias estivales en Araia, con los afectos que allí cultivé y con los paisajes físicos y humanos que tanto me aportaron. Fueron muchas las horas en que esa cinta de casete sonó en el aparato Philips e infinitas las veces en que al comenzar a sonar la cara “A” contenía un poco la respiración y aguzaba el oído: el disco se abría con Mediterráneo y esa afilada y misteriosa nota mi, muy aguda, acompañada en seguida de una percusión muy subdividida que no acertaba a adivinar si eran unas pequeñas maracas o el “charles” de una batería, suponían el hipnótico inicio de una nueva sesión de escucha, la enésima, de diez pequeñas e inmensas obras maestras.

El álbum Mediterráneo y la canción que le da nombre fueron parte de mi mayoría de edad personal y musical. La melodía, ritmo, acordes, arreglo y texto de la emblemática canción constituyeron para mí una clase magistral que se me ofrecía en pequeñas dosis: aquellas que configuraban cada una de las mil escuchas, y a través de las cuales iba comprendiendo, poco a poco, el sentido de cada elemento, el significado de cada palabra, la intención de cada frase, el cómo y el por qué de cada giro del bajo o cada quiebro de la batería.

He hecho de Mediterráneo parte irrenunciable de mi repertorio. Sí, de acuerdo, podría decirse que a quienes amamos el jazz, una pieza así, que evoca tanto el color rítmico del mítico Take five de Brubeck, nos fascina desde esa frescura y viveza rítmicas. No tengo la menor idea de si el 6/4 de Mediterráneo produce el mismo gozo que el 5/4 de Take five pero me he bañado muchas más veces a la orillas de aquel mar, el de Joan Manuel, y cuando la toco resuena en mis dedos el poema; y cuando leo el poema las lágrimas son corcheas que se derraman desde el compás de mis ojos y me las seco con un papel pautado en el que nadie ha osado poner aún el calderón final.

Cierto es que Serrat la estrenó cantándola con ímpetu juvenil y con el metrónomo marcando una velocidad unos “100 la blanca”, cuando ahora la pone en los escenarios desde la elegancia y la serenidad de unos 80 u 85 para ese mismo valor. A la tonalidad ha sido fiel, eso sí, y el “la menor” sigue siendo adecuado cobijo y registro para las evoluciones de un Joan Manuel que -como buen anfitrión-, cuando alguien se le acerca a compartirla, no tiene problema en, por ejemplo, acercarla al “mi menor” en que aborda sus estrofas Ana Belén o al ajustado “do menor” que elige y prefiere Lolita para ese hermoso dúo en la Antología desordenada.

He gozado, gozo y quiero seguir gozando con Mediterráneo. Por tanto, y como en sonidos soy más ducho que en palabras, me animo a cometer la impostura de meterme en un jardín que me es ajeno. Dejo aquí la letra que he creado sobre la melodía de Mediterráneo como guiño al juego, vértigo, despertar y aprendizaje que me supuso conocerla en tierna edad. Me meto donde no me llaman, Joan Manuel, porque yo tampoco te llamé y mira la que liaste: no puedo ni quiero sacar de mi carpeta vital la partitura de Mediterráneo. La tocaré hasta que toque empujar al mar mi barca y aún más allá, estoy seguro.

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Recuerdo que en mi niñez
lo escuchaba yo en Araia,
ese disco, -¡vaya caña!-
en casa de Salvador
se ponía con fervor,
y con volumen, con tralla;
en la comida, en la cena;
en la alegría y la pena.

Yo, que en la piel tengo el sabor
bien dulce del canto eterno,
de ese artista por los pueblos
cantando de norte a sur,
con más etapas que el Tour,
sea verano o invierno.
¡Qué alegría, qué hermosura!
Le admiramos con locura.

No sabe de versos cojos,
en sus letras no hay despojos
y musica con gran tino.
Desde su disco primero
mejoró como el buen vino
y a mí se me ve el plumero.
¡Qué le voy a hacer, si yo
flipo con Mediterráneo!

Es que tío, ¿de qué vas?,
¡las metáforas que empleas!:
“perfumadita de brea”
al hablar de esa mujer,
lo tuyo es ya de romper,
tanto arte que cabrea,
que enamora y que nos tiene
en tu calor aunque queme, ay…,

Si un día para mi mal
viene a buscarte la parca,
habrás dejado tal marca
en mi historia personal
que mira, y que ni tan mal
tocaré en mis teclas blancas
tu canción, como ya suelo;
me servirá de consuelo.

Qué difícil rima monte,
tan sólo encuentro bisonte,
necesito alguna pista.
Retorno ya a mi camino,
son las teclas mi destino
pues lo mío es ser pianista.
Gracias, Serrat, porque yo…
flipo con Mediterráneo,
disfruto Mediterráneo,
toco tu Mediterráneo.

© Iñaki Salvador

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Sucedido positivo del día: 20 octubre 2015 – 1.- Un extraño uno, un uno extra, el de un año

El número uno puede expresar lo máximo y lo mínimo. Es como si lo único, lo unívoco, diera seguridad y fuese símbolo de logro o plenitud: -“yo soy mujer de un solo hombre“-, acaba de decir en la radio una oyente anónima  en uno de esos programas nocturnos en que uno cuenta su vida al locutor y confesor de turno. Asimismo lo conseguido una sola vez puede funcionar como consuelo o limosna. Los que aman las patrias, por ejemplo, desean ver la suya mantenida, defendida o creada (dependiendo de si ya la tienen reconocida o si la anhelan en un nuevo orden mundial o mapa local) como una, unida e indivisible. Y los que se consideran privados de casi todo, por poner un caso, solicitan una sola y solitaria demostración o concesión de modesta fortuna: “dame una peseta“, rogaba un mítico personaje de las calles de mi ciudad, y el propio Bécquer se arrancaba con pasión con el uno como impulso y motor de su inspirado verso:

Por una mirada, un mundo,
por una sonrisa, un cielo,
por un beso… ¡yo no sé
qué te diera por un beso!

Si has repetido algo 365 veces parece como si tuvieras algo que celebrar, tienes un año cumplido de algo, respecto a algo, en el ejercicio, disfrute o sufrimiento de algo (aunque realmente celebremos las anualidades el día 366 respecto a cuando algo comenzó). Anda uno dando vueltas al uno, una vez más. Si las cuentas no me fallan este es el sucedido número 365 y no es uno más pero sí es uno menos. Eso sí, hoy se ha hecho tarde, es más de la una y no son horas de ponerse a celebrar. Tengo una cosa que comentar que quizá sorprenda, alegre, apene o deje indiferente a más de uno, pero lo publicaré mañana, tampoco es para tanto, es esperar un día. Ya sabéis, uno que es así…

Sucedido positivo del día (y epílogo): 21 octubre 2015 – 0.- Con cero y sincero.

Comencé con el compromiso conmigo mismo hace un año hoy, fue un 21 de octubre. Junto a estas líneas la reproducción de lo escrito y publicado aquel día. He aquí, lo estás leyendo, el sucedido número 366 y el que supone el primer y último cumpleaños de esta sencilla historia. Habéis sido 41 personas los suscriptores, aquellos que habéis decidido recibir un correo electrónico cada día justo en el instante en que yo daba a la tecla “enter” lanzando mi pequeña historia, reflexión, alegría, ventura o desventura. Y me consta que otros tantos, unas 50 personas más, visitabais también cada día el sucedido diario.

Hace diez días comencé una cuenta atrás bastante explícita aunque no explicitada. Titulé el sucedido “¿Mujer diez?”,  y desde él me comprometí conmigo mismo a ir iniciando el descenso numérico intentando vincular la cifra correspondiente a lo narrado cada día (“Cuando un nueve es un fracaso”, “El chino que hoy estaba de ocho”, “Latigazo en siete”, etcétera…).

Ha sido, sin más, un juego de despedida como un juego, en realidad, ha sido escribir los otros 356. Ha sido un ejercicio, un reto, una excusa para mirar distinto y más atento lo que me rodea, una oportunidad de expresar, el regalo de compartir en ocasiones respuestas, acotaciones y comentarios de muchos colores de quienes los habéis leído. Ha sido mover el alma y hurgar con el dedo en zonas que me provocaban en ocasiones cosquilla y risa y, en otras,  escozor y punzada (qué duros los días en que hube de omitir el calificativo de “positivo” en el encabezamiento). Ha sido, en todo caso, un ejercicio de expansión y libertad, la libertad que ejercí al comenzarlos y la que ejerzo hoy al despedirme del compromiso diario.

El blog sigue abierto, faltaría más, vivito y coleando, seguiré escribiendo, quiero seguir haciéndolo y lo haré. Renuncio, eso sí, al compromiso de que la cita sea diaria y al título que los sustentaba y encabezaba; a partir de ahora quizá aborde un día un sucedido positivo, qué duda cabe, pero tendré y me tomaré la libertad de abordar y abarcar más temas, géneros, formatos y modos de expresar. Llevo un montón de mediocres dentro a los que debo cuidar y dar salida: tengo cierto alma de periodista, cierta vocación de poeta, algún impulso de contacuentos o escritor de relatos cortos, veleidades de fotógrafo de situaciones evocadoras u objetos sugerentes, alguna traza de opinador político y social, ciertas hechuras de apasionado del enseñar… Todos ellos estarán de ahora en adelante en el blog haciéndolo suyo, turnándose de la manera más civilizada posible, ofreciendo un cajón de sastre, un baúl de los recuerdos y una merienda de blancos, negros y grises.

Gracias, de corazón, a los que habéis estado ahí y a los que decidáis seguir estando. Tan solo recordar y recordarme una cosa. No escribí ni escribiré para que se celebren mis textos (pobre de mí, plumilla aficionado aunque apasionado) sino para celebrar, con vosotros, el regalo de la vida concretada en el prodigio de la comunicación. Las cuestas arriba y las cuestas abajo se recorren mejor cuando no sólo “ves un punto” sino que compartes “puntos de vista”. Dicho de otra manera: no niego que me guste que me hayáis leído o me leáis, lo que no he necesitado y espero no necesitar nunca es que os guste cómo lo he hecho o que hayáis estado de acuerdo con mis sentires y pareceres.

Aprovecho para comentar que desde hoy leeré yo mismo mis propios sucedidos en su orden correspondiente y cada día el de la fecha exacta, hace un año, en que se publicaron. Será un aprendizaje percibir como en muchas ocasiones ni me gusta como lo hice ni comparto a día de hoy ciertos sentires y pareceres que tuve y expresé en el pasado. Es un segundo reto, la mirada sobre uno mismo y el disfrute de la diferencia y la diversidad de la cantidad de “uno mismos” que tiene uno mismo.

Este sucedido se encabeza, a causa de la citada cuenta atrás, con cero pero, os puedo asegurar, es, desde lo hondo y con enorme sonrisa, absolutamente sincero. Nos seguimos viendo, leyendo, hablando y respirando. Hasta pronto, quizá mañana mismo, no lo sé, o quizá dentro de tres días, o siete. El corazón sigue latiendo aunque me vaya a permitir disfrutar de una elegida arritmia. Sinceramente mío,  Iñaki.

Sucedido positivo del día: 19 octubre 2015 – 2.- Para morirse (dos veces, eso sí)

Ya me sucedió a mitad de agosto. Leí en una red social que había fallecido un cantautor español al que había perdido la pista pero que fue alguien importante y referencial en los años 70. Recordé que me lo habían presentado en una ocasión, y recordé qué amigo común lo hizo. Así que envié un mensaje a este amigo dándole el pésame y recordándole ciertos detalles de aquel grato encuentro a tres bandas. Nada más enviarle mis palabras tuve un presentimiento: pude corroborarlo de inmediato. Este hombre no acababa de fallecer,  una sencilla búsqueda en internet me informó de que ese deceso había sucedido hacía ya unos nueve años. Mensaje inmediato a mi amigo pidiéndole disculpas por el patinazo (gran persona, y comprensiva, así que por suerte no le dio la menor importancia y, además, lo comprendió).

Esta mañana varias personas en esa misma red social se hacían eco del fallecimiento de un importante miembro de una famosa familia de payasos españoles. Me ha dado mucha pena ya que esos payasos fueron los de mi infancia. Y de nuevo la extraña sensación de “déjà vu”.  De nuevo la pertinente consulta y de nuevo la confirmación de la falsedad de la noticia, por ya sucedida. Este buen hombre nos dejó hace unos tres años.

Hay que tomárselo con cierto humor. Hasta ahora pensábamos que sólo podíamos “volver a nacer” tras superar algún episodio que puso nuestra vida en riesgo; ahora las redes sociales ponen a nuestro alcance volver a morir, morir un par de veces, por si alguien no se había enterado. Ah, y a los tiempos que vivimos les siguen llamando la “era de la información”. Para quedarse muerto. Parece menterio. Uy, perdón, parece mentira.